viernes, 25 de junio de 2010

Larga Espera

Transcurre el año 1983 y yo tengo 80 años... todos los días me siento a ver destruirse el viejo edificio de la estación de Unquillo, mi pueblito vecino. Yo soy de Río Ceballos una ciudad dentro de mi queridísima provincia de Córdoba... ustedes se preguntaran porque estoy acá y yo les pienso responder... cuando tenía tres años comencé a conocer un mundo nuevo para mi, el mundo de los trenes. Gracias a mi padre que era el guarda de la estación de Córdoba, empezó mi pasión por las grandes maquinas, mi amor por los gigantes a vapor... siempre tuve la ilusión de que el tren llegaría a mi pueblo y así iba a poder subirme a el, sentir la fresca brisa que entra por las ventanas y sentir el suave y arrullador movimiento de la maquina mientras se moviliza... además de eso, me di cuenta de que yo no era el único que se apasionaba por las locomotoras, ya que de más grande, les contaba historias a los hijos de mis vecinos, pero había un niño que era el que más se interesaba por el tema: Emilio, el sobrino de unos amigos míos de hace muchos años que siempre escucha atento mi decepcionante historia que ocurrió cuando yo tenía 10 años: estaba yo feliz, era el año 1913 y el tren había llegado a Unquillo, pensando en lo poco que faltaba para que el tren llegara a mi ciudad... me compre un gorro de guarda nuevo, porque ya no me gustaba la vieja boina de mi papá y comencé a imaginarme el momento de ver por primera vez el tren cerca de mi casa... pero el destino me esperó con un vuelco... los habitantes de mi pueblo no querían la llegada de turistas y por el alto relieve de aquel lugar no pudieron trazarse las vías... mi ilusión quedó guardada en un cajón del armario, esperando a que por fin se pueda llegar en tren a mi viejo hogar...
Llevo, todavía, con migo la esperanza de ver las vías pasar por mis calles, de sentir el ruido del tren al correr y de ver las nuves de vapor saliendo por la chimenea de la gigantesca locomotora que, hoy, solo queda en mis sueños...

JULIETA GARCÍA...